Textos académicos: La secuencia textual argumentativa en tiempos de IA 1

Parte 1

ESCRITURA ACADÉMICASECUENCIA ARGUMENTATIVA

Osvaldo Fernández

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El uso de inteligencia artificial (IA) en la vida cotidiana ya es un hecho y, por supuesto, la comunidad educativa no está afuera de este fenómeno. A pesar de las contradicciones y los debates intensos que existen, es innegable reconocer que los estudiantes e investigadores utilizan esta herramienta para sus escritos. Estas tecnologías nos brindan muchas ventajas, por un lado, se puede acceder a publicaciones académicas de todo el mundo en un clic y, por otro, pueden redactar documentos con esa información. Sin embargo, la IA es un instrumento que está lejos de la perfección, por lo que se hace necesario hacer algunas observaciones importantes:

  1. Pueden generar información falsa o “alucinaciones”.

  2. Suelen inventar referencias inexistentes o imprecisas.

  3. Buscan o generan información que confirma las creencias o hipótesis previas del usuario, en lugar de presentar información neutral o contraria.

  4. Elaboran textos genéricos, sin originalidad o directamente copiados, con el evidente riesgo de plagio.

  5. Carecen de emoción y voz personal.

Estos modelos de lenguaje predicen la palabra más probable en una secuencia y se basan en patrones estadísticos extraídos de grandes cantidades de datos de entrenamiento. Si bien, según las instrucciones (prompts) que se les brinde, este mecanismo puede elaborar textos coherentes y con una cierta variedad estilística, carecen de la metacognición, la autorreflexión y la comprensión que caracterizan al razonamiento humano. El discurso de la IA se define por la evasión de posturas, la generalización estadística y una producción probabilística que carece de intencionalidad.

A partir de esta breve descripción, cuando utilicemos esta herramienta como apoyo para nuestro trabajo debemos implementar varias tareas. Una de ellas es constatar fehacientemente la veracidad de la información y las fuentes, otra cuestión necesaria es entender que la escritura académica debe ir más allá de la simple reproducción de conocimiento. Ya sea mediante una redacción preliminar de la IA o de escribir directamente a partir de la información obtenida es imperativo articular y jerarquizar las ideas para producir conocimiento propio y transmitirlo de manera eficaz. Entendemos que una de las alternativas es el uso adecuado y preciso de las secuencias textuales, en este caso analizaremos la secuencia argumentativa.

En los escritos académicos, a menudo nos referimos a la argumentación como la base fundamental de la escritura académica. Este escrito se ocupa de la secuencia argumentativa (que no debe confundirse con la argumentación en general), es decir, la categorización de secuencia como nivel de organización pragmática de la textualidad. La utilización de esta secuencia ayuda a contextualizar la práctica social de la escritura en un momento histórico determinado. La necesidad de clasificar, ordenar y jerarquizar el discurso nació en la antigua Grecia. Aunque Platón ya había planteado el diálogo como forma de búsqueda de la verdad, fue su discípulo Aristóteles quien sistematizó por primera vez los componentes del discurso persuasivo.

El origen: la Retórica de Aristóteles

Desde la antigua Grecia se intentó clasificar los textos. Aristóteles sentó las bases para el análisis de la organización del discurso. Dividió el estudio del texto en Poética y Retórica; la primera estudia las distintas artes de su época, es decir, el ámbito de la imitación de la realidad. En este sentido, su mayor aporte estuvo en la caracterización de la tragedia y la epopeya. Sobre la Retórica, la analizó en función de su fin o causa: la persuasión. El filósofo griego definió la argumentación como un arte (téchne) orientado a convencer mediante tres modos de persuasión:

  1. El poder persuasivo de su propio carácter, o sea, la credibilidad del hablante (ethos).

  2. Por medio de la afirmación o exaltación de las emociones en la audiencia (pathos).

  3. A través de la prueba y la estructura lógica del argumento (lógos).

Para Aristóteles, la argumentación no es una simple exposición de ideas, sino una estructura persuasiva que se elabora con criterios formales y pragmáticos. Un texto que presenta una tesis desarrolla razones que la respaldan (por medio de entimemas y ejemplos), y concluye reafirmando la postura. A esta disposición se suman aportes esenciales como el énfasis en la claridad de las premisas y conclusiones, la exigencia de pruebas o signos que las sustenten, y la constante atención al auditorio como destinatario del discurso. Aristóteles también introdujo la idea de que toda argumentación debe situarse en un contexto dialéctico, en el que el orador parte de lo verosímil y de las opiniones comúnmente aceptadas (éndoxa) por su audiencia. La éndoxa podría considerarse como una primitiva aproximación a lo que hoy conocemos como cita de autoridad. La Retórica de Aristóteles no solo es un primer paso hacia la configuración de la secuencia argumentativa de Adam, sino también, como sostiene Teun van Dijk, el precedente histórico de la ciencia del texto y la lingüística.

Bajtín y los géneros discursivos

La noción de género se remonta a la antigua Grecia. En este sentido, le debemos a Aristóteles el primer intento de clasificación funcional del discurso según su finalidad comunicativa. Propuso los géneros deliberativo, judicial y epidíctico; estos se basan en su relación con el contexto de enunciación y el efecto esperado sobre el receptor. Reconocen una organización (estructura, estilo y contenido) en función de un propósito, que puede ser persuadir, acusar o elogiar.

Tradicionalmente, los estudios sobre géneros literarios y retóricos se centraban en aspectos formales, sin atender a su dimensión social. Mijaíl Bajtín propuso una concepción dialógica del lenguaje y abordó los géneros discursivos como tipos relativamente estables de enunciados, moldeados por prácticas comunicativas específicas. Desde esta perspectiva, cada género se caracteriza por su contenido temático, estilo y construcción composicional. Bajtín subrayó que todo mensaje se produce en un contexto social determinado y refleja valores ideológicos. Así, incorporó el papel del contexto, la historicidad y lo implícito en la interacción discursiva.

La teoría de Bajtín establece una distinción entre géneros primarios y secundarios. Los géneros primarios se generan en situaciones de comunicación cotidiana directa, como conversaciones diarias, cartas familiares o réplicas de diálogos. En cambio, los géneros secundarios se desarrollan en contextos complejos y surgen en condiciones de comunicación cultural más elaborada, principalmente escrita, como novelas, investigaciones científicas o textos periodísticos. En muchos casos, absorben y reelaboran diversos géneros primarios constituidos en la comunicación discursiva inmediata.

Un concepto central en esta teoría es la noción de enunciado, entendido como unidad real y concreta de la comunicación discursiva. Para Bajtín, el enunciado posee fronteras definidas por el cambio de sujetos discursivos y se caracteriza por su naturaleza dialógica y responsiva. Esta conceptualización revolucionó el estudio del lenguaje al situarlo en su contexto social y comunicativo real. Comprender los géneros discursivos es crucial para analizar textos contemporáneos, ya que cada género está vinculado a una esfera social y a un tipo específico de intercambio comunicativo.

En la actualidad, los géneros discursivos están en constante transformación, sobre todo en entornos digitales y medios virtuales, donde cambian las formas de escribir, leer e interactuar. Conocer cómo funcionan los géneros ayuda a interpretar mejor los mensajes que circulan y a producir textos más claros, adecuados y efectivos en distintos contextos sociales, profesionales y tecnológicos.

Werlich y los tipos textuales

Egon Werlich es un referente esencial en la tipología textual, especialmente por su propuesta sistemática de clasificación de textos fundamentada en las bases textuales y operaciones cognitivas. La gramática tradicional se basaba en la oración para dar cuenta de los fenómenos comunicativos del mundo real. Aquella se centraba en la oración como la unidad última, a menudo de forma aislada. Sin embargo, este enfoque resultó insuficiente para explicar cómo funciona el lenguaje en la comunicación real, donde el significado a menudo se extiende más allá de los límites de una sola oración.

Anterior a Werlich, Bárbara Sandig propuso una tipología basada en la combinación de rasgos pragmáticos y lingüísticos binarios, y buscó describir textos mediante múltiples parámetros situacionales y comunicativos. Su modelo representó un avance importante hacia una tipología textual más integrada y contextualizada, que reconoce la diversidad y complejidad de los textos en función de múltiples factores. Sin embargo, ha sido cuestionado por su complejidad, su falta de homogeneidad y de claridad metodológica.

La definición rigurosa de Werlich de texto como una estructura extendida de unidades sintácticas, marcada por la coherencia y la completitud, abordó directamente esta insuficiencia y, con ello, estableció un nuevo objeto de investigación lingüística más completo. Su obra clasifica los textos en cinco tipos principales, de acuerdo con dos criterios: los datos del contexto extralingüístico, especialmente el social, y las estructuras de las oraciones que conforman las distintas bases textuales:

  • Base descriptiva: Su finalidad es expresar ocurrencias y cambios en el espacio.

  • Base narrativa: Se orienta a expresar ocurrencias y cambios en el tiempo.

  • Base expositiva: Busca explicar representaciones conceptuales. Tiene como función primordial transmitir información. Dentro de esta base se distinguen textos sintéticos y textos analíticos.

  • Base argumentativa: Su propósito es expresar una toma de posición o un juicio de valor.

  • Base directiva o instructiva: Sirve para indicar acciones o comportamientos para el hablante o el destinatario.

Werlich hace una exploración exhaustiva de cómo los textos se construyen y funcionan, yendo más allá de la estructura oracional para considerar el contexto, la intención comunicativa, las diversas formas de organizar la información, los puntos de vista, los estilos y los medios de comunicación. En síntesis, concibe el texto como una unidad de análisis, con coherencia y cohesión internas. Asimismo, introduce el término variantes textuales, con esta denominación, el investigador alude a aquellos textos que, si bien poseen la misma caracterización tipológica, representan diversas posibilidades institucionalizadas de realización. En otras palabras, no solo clasificó los textos según grandes tipos (como narrativos o descriptivos), sino que también reconoció que dentro de cada tipo existen subgéneros o formas particulares que se han consolidado socialmente.

Egon Werlich revolucionó la lingüística al proponer la primera tipología textual sistemática y la clasificación según bases cognitivas. Su gran innovación fue demostrar que los textos se organizan según operaciones mentales específicas y no solo mediante reglas gramaticales. Su trabajo anticipó directamente la teoría de Jean-Michel Adam, quien transformó la tipología rígida de Werlich en un modelo dinámico de secuencias textuales que explica mejor la complejidad real de los textos.

Jean-Michel Adam y las secuencias textuales

Por su parte, Jean-Michel Adam (1992) señaló la existencia de una heterogeneidad tipológica en la composición de los enunciados y la necesidad de una clasificación más detallada de las secuencias que interactúan. Este planteamiento surge porque, como es sabido, no existen textos puros, sino que se caracterizan por su complejidad y diversidad de procedimientos discursivos. Por ejemplo, no se puede considerar un texto exclusivamente narrativo porque, como unidad comunicativa, puede contener segmentos descriptivos, dialogados o explicativos.

Adam se valió de investigaciones de la psicología cognitiva sobre las categorizaciones humanas para establecer su teoría de las secuencias textuales. La secuencia textual es una unidad de composición que se encuentra por debajo del nivel del texto completo. Está formada por un conjunto de proposiciones que poseen una organización interna específica. Este concepto es similar al de superestructura textual, pero con un nivel intermedio dentro del texto; es decir, se refiere a un esquema de organización del contenido que se sitúa entre la frase y el texto en su conjunto.

El texto es una estructura articulada en una compleja interacción de diversas características lingüísticas, conformadas por secuencias textuales estructuradas en una organización jerárquica. Esta organización incluye unidades que, aunque pueden pensarse por separado, mantienen una interacción permanente que les otorga una autonomía muy relativa. Para entender esta estructura textual, Adam propone las nociones de secuencias dominantes y secundarias, y las secuencias englobantes e incrustadas. Las primeras se refieren a las que prevalecen en un segmento específico de un texto debido a su contenido y función principal en dicho fragmento. En cambio, la secuencia englobante es la que organiza y contiene otras secuencias –incrustadas– dentro de un texto, y las subordina a una finalidad global. Se refiere al marco discursivo que domina el texto en su conjunto y que determina su género. Las secuencias se caracterizan por estos rasgos:

  • Son autónomas con respecto al texto, con el que mantienen una relación de dependencia (se realizan en el texto) e independencia (se pueden aislar del texto).

  • Presentan una organización interna propia, que puede descomponerse en partes.

  • Se combinan de forma jerárquica dentro del texto con otras secuencias. (Centro Virtual Cervantes, 2025)

Para explicar esta estructura textual, Adam se basa en las tipologías textuales de Werlich, aunque no incluye explícitamente la secuencia instructiva (que incorpora en la expositiva) como categoría independiente. Por otro lado, agrega la secuencia dialogal que no aparece en las propuestas de su antecesor. Adam categoriza estas cinco secuencias textuales:

  • Narrativa: Relata una serie de eventos que progresan hacia un fin.

  • Descriptiva: Presenta las características de un objeto, lugar o persona.

  • Dialogal: Representa la interacción verbal entre personajes.

  • Explicativa o expositiva: Da información con respecto a un tema determinado.

  • Argumentativa: Busca convencer o persuadir, estableciendo una relación de datos hacia una conclusión.

Primeras conclusiones

Para mejorar textos generados por IA en trabajos académicos se pueden aplicar las estructuras persuasivas clásicas de Aristóteles; por ejemplo, reforzando la figura del locutor (ethos), mediante la elección de las palabras o la selección de los argumentos, para legitimar su discurso y lograr la adhesión del destinatario. Desde el pathos, buscar un tono que motive la reflexión con ejemplos concretos y cercanos. Aun cuando la ciencia pretenda una objetividad asceta, es posible conectar con el lector en un nivel humano, que resalte la relevancia o el impacto social de la investigación para que sea más persuasivo y accesible. La verificación de las fuentes y alinearlas con las éndoxa (o voces de autoridad reconocidas), como ya mencionamos, es una práctica imprescindible para superar las limitaciones de los textos artificiales.

Escribir o mejorar un texto implica asumir que no es una expresión aislada, sino un acto dialógico y social, como plantea Bajtín. La tipología textual de Werlich nos brinda las bases estructurales en el marco de las funciones comunicativas. Esta propuesta ayuda a organizar mejor los contenidos de las IA, para mejorar la coherencia global y evitar mezclas confusas. Finalmente, Jean-Michel Adam completa esta idea con un modelo más dinámico, donde los distintos segmentos están integrados por secuencias textuales que conviven y se complementan. En el próximo artículo, analizaremos el adecuado uso de la secuencia argumentativa aplicada a la escritura académica con sus estrategias lógicas y retóricas.

Referencias

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