Tecnología, escritura y puntuación 2

Parte 2: De la lectura silenciosa al códice

Osvaldo Fernández

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Como ya mencionamos en el escrito anterior, el alfabeto griego empezó a vincular letras y sílabas con la pronunciación de vocales y consonantes específicas, lo que le dio el predominio intelectual sobre otras culturas de la antigüedad occidental. A pesar del impacto de este nuevo sistema, solo una minoría urbana sabía leer y escribir rudimentariamente. Además, el papiro era un bien muy escaso. Otra circunstancia desfavorable se vincula con que la Grecia antigua era una cultura predominantemente oral y mostraba cierta resistencia a incorporar la escritura. En este sentido, y en concordancia con Havelock (1994), Ong (2011) sostiene que Platón “expresaba severas reservas acerca de la escritura, como una manera inhumana y mecánica de procesar el conocimiento, insensible a las dudas y destructora de la memoria” (p. 32). Se refiere a la obra Fedro (370 a. de C.), donde Platón pone en boca de Sócrates lo siguiente:

"El que piensa transmitir un arte, consignándolo en un libro, y el que cree a su vez tomarlo de este, como si estos caracteres pudiesen darle alguna instrucción clara y sólida, me parece un gran necio. […] los discursos escritos; al oírlos o leerlos creéis que piensan; pero pedidles alguna explicación sobre el objeto que contienen y os responden siempre la misma cosa. Lo que una vez está escrito rueda de mano en mano, pasando de los que entienden la materia a aquellos para quienes no ha sido escrita la obra, y no sabiendo, por consiguiente, ni con quién debe hablar, ni con quién debe callarse". (p. 26)

Sin embargo, Jacques Derrida (1975) expresa lo contrario: “Solo una lectura miope o tosca pudo, en efecto, propagar el rumor de que Platón condenaba simplemente la actividad del escritor”, y agrega que, en realidad, el filósofo griego juega a “salvar –lo que también es perder– a la escritura como el mejor, el más noble, juego” (p. 97). Se puede pensar, desde nuestra perspectiva, que lo que fue atribuido a Sócrates sea realmente su convicción, si tenemos en cuenta que no se conoce nada escrito por este pensador, a diferencia del caso de Platón, quien “no puede explicar lo que es la dialéctica sin apelar a la escritura” (p. 169).

La scriptio continua y la lectura silenciosa

La scriptio continua representaba otro inconveniente. Como ya mencionamos, los griegos mejoraron el alfabeto; sin embargo, todavía se escribía de corrido, con cortes de renglones que no respetaban el final de las palabras y sin espacio entre ellas (Lyons, 2024). Incluso a los pocos que sabían leer les resultaba dificultoso entender; básicamente, estaba destinada a leerse en voz alta. Además, según Manguel (2014), debían ser leídas de esa manera porque se creía que los signos llevaban implícitos sus propios sonidos, como si fueran su alma. Un lector tenía la obligación de prestar su voz a las letras mudas para que pudieran convertirse en palabras aladas, es decir, en espíritu, según los textos bíblicos. Sin embargo, Svenbro (2004) rescata dos obras que en su texto describen la práctica de la lectura silenciosa: Los caballeros (424 a. de C.), de Aristófanes –el comediógrafo, no el bibliotecario– e Hipólito (428 a. de C.), de Eurípides.

La lectura silenciosa resultaba sospechosa para las autoridades eclesiásticas: “¿Quién podría adivinar las obscenidades que se cruzaban por la mente del lector que no compartía en voz alta los secretos de un texto?” (Michalsen, 2019, p. 23). No solamente el clero se beneficiaba de la lectura en voz alta al comunicar a sus devotos solo lo que ellos elegían; también las monarquías y las élites podían manejar la información. En efecto, como sostiene Lyons (2012), el conocimiento de la escritura era un instrumento del poder burocrático y sacerdotal, a tal punto que, si no sabían escribir, contrataban escribientes. Otro ejemplo de la desigualdad de la democracia ateniense es su creación artística más característica: la tragedia. De acuerdo con la investigación de Hauser (2022), no se dirigía a las grandes masas. El selecto público que concurría estaba integrado por ciudadanos ricos que no solo tenían entrada gratis, sino que además recibía una indemnización por el tiempo “gastado” en el teatro. El verdadero teatro popular de los antiguos fue el mimo, que no se beneficiaba de subvenciones y, por ende, tampoco recibía ninguna consigna del poder. Esto significa que el pueblo estaba privado de la palabra escrita y también de la palabra hablada en la tragedia.

Aristófanes de Bizancio, el precursor de la puntuación

Después de que Alejandro Magno conquistó Egipto, la actividad política, económica y cultural se trasladó nuevamente a ese territorio. En el inicio de la dinastía ptolomeica, se creó la majestuosa biblioteca de Alejandría, con el objetivo de recopilar todos los escritos griegos posibles. Arquetipo de las grandes bibliotecas helenísticas, se la consideró universal porque estaba destinada a la conservación de los libros de todos los tiempos, y racional porque en ella estaban en orden y con un sistema de clasificación por autores, por obras y por contenidos (Cavallo y Chartier, 2004). Se estima que llegó a contar con casi 500 000 ejemplares y tuvo destacados bibliotecarios. Alejandría fue el centro cultural e intelectual del mundo antiguo occidental.

Cerca del año 200 a. de C., Aristófanes de Bizancio, director de la gran biblioteca de Alejandría, desarrolló el primer sistema de puntuación del mundo occidental e introdujo el uso de acentos en griego (Michalsen, 2019). Ideó unos puntos (distinctiones) que debían colocarse a distintas alturas según la duración y la importancia de la pausa. La comma (coma), el colon (dos puntos) y el periode (punto) eran signos retóricos que marcaban pasajes cortos, medianos o largos. No se centraba en la gramática, sino que eran indicadores de separación. Michalsen presenta esta clasificación de Aristófanes:

"Más alto. Distinctio: una pausa final después del periode, donde el significado está completo. En el centro. Media distinctio: indica una breve pausa después de una comma, o donde el significado está incompleto. Bajo. Subdistinctio: indica una pausa un poco más larga tras un colon, o donde la oración está completa pero el significado no". (p. 25)

Tiempo después, Dionisio Thrax escribió lo que se considera una de las primeras gramáticas sistemáticas del mundo occidental. Tomó las principales propuestas del sistema ideado por Aristófanes y tuvo como propósito ayudar a que los textos se pudieran leer en voz alta según lo requiriera la situación. Pero estas intenciones estaban lejos de cumplirse: por un lado, el rollo de papiro era inalcanzable y seguía siendo el soporte de la escritura y, por otro lado, se produjo la conquista de Roma, en el año 47 a. de C. y, con ella, el incendio de la biblioteca de Alejandría. El Imperio no se mostró favorable al nuevo sistema de puntuación. El gran orador Cicerón los consideraba innecesarios. Los romanos venían utilizando un método heredado de los etruscos, que consistía en insertar puntos entre las palabras para separarlas: los interpuncts, utilizados fundamentalmente para que algunos textos perduraran, muchos tallados en piedra. Como admiradores de la cultura griega clásica, volvieron a introducir la scriptio continua.

La primera revolución tecnológica: el códice

En el siglo I de nuestra era, los romanos comenzaron a utilizar para la escritura piel de animal que, además de ser más resistente que el papiro y poder reutilizarse, no era necesario importarla del Oriente Medio. A esta tecnología la denominaron pergamino, nombre derivado de la ciudad turca de Pérgamo. Se empleaba la piel de vaca, oveja, cabra, conejo e incluso ardilla, que eran raspadas con piedra pómez, luego se pulían con dientes de cabra y, por último, se hacían borradores con un estilete sobre tablillas untadas con cera antes de enviarlo al escribiente. Sin embargo, debido al uso intensivo de mano de obra, resultaba un proceso muy costoso (Lyons, 2010).

Entre los siglos II y IV, se fue produciendo lentamente un acontecimiento muy significativo en la historia de la lectura y la escritura: comenzó el uso del códice. Con páginas individuales del mismo tamaño, unidas por el lado izquierdo y cubiertas con tela o tablillas de madera, daría al libro la forma básica que perdura hasta nuestro tiempo. Entre las ventajas tecnológicas, el códice podía usarse por ambos lados, no necesitaba sostenerse con las dos manos, se podían numerar, colocar índices y resúmenes. Sin embargo, el rollo se siguió usando durante toda la Edad Media y siguió contando con un fuerte apoyo de la monarquía inglesa.

La caída del Imperio romano de Occidente en el siglo V es tomada de referencia como inicio de la Edad Media. Desde un primer momento, para registrar las decisiones administrativas y jurídicas, los gobiernos empezaron a hacer un mayor uso de la escritura. Descubrieron maneras de darle más poder a su uso y, con su expansión en el ámbito burocrático, seguían dejando a la masa de la población al margen de los escritos (Lyons, 2012). Ante la invasión lombarda, el papa Gregorio I encargó la redacción de una Regula pastoralis, elaborada con una hermosa caligrafía y con signos de puntuación –marcas para las pausas breves y para las prolongadas– con el propósito de que el lector no tuviese margen para la interpretación. El Imperio romano había llegado a su fin y, con él, los pocos avances de la puntuación (Michalsen, 2019).

Hasta el siglo V, existía una aristocracia culta y entendida en las artes, pero cien años después desapareció casi por completo; la nueva nobleza franca estaba despreocupada de las cuestiones culturales. Las escuelas laicas poco a poco decaen y van quedando las catedralicias o monásticas, ya que son necesarias para asegurar nuevas promociones en el clero (Hauser, 2022). Con esto, la Iglesia comienza el monopolio de la educación y su influencia sobre la sociedad occidental.

Referencias

Cavallo, G. (2004). “Entre el volumen y el codex. La lectura en el mundo romano”. En Cavallo, G. y Chartier, R. (dirs.) Historia de la lectura en el mundo occidental. (pp. 109-142). Grupo Santillana Ediciones.

Derrida, J. (1975). La Diseminación. Editorial Fundamentos.

Hauser, A. (2022). Historia social de la literatura y el arte I. Debolsillo.

Havelock, E. (1994). Prefacio a Platón. Antonio Machado Libros.

Lyons, M. (2024). Una historia de la lectura y la escritura en el mundo occidental. Ediciones Ampersad.

Manguel, A. (2014). Una historia de la lectura. Siglo Veintiuno Editores.

Michalsen, B. (2019). Signos de civilización. Cómo la puntuación cambio el mundo. Ediciones Godot.

Ong, W. (2011). Oralidad y escritura: tecnologías de la palabra. Fondo de Cultura Económica.

Platón. ([370 a. de C.] 2017) Fedro. Disponible en: https://acortar.link/Ls7iU2.

Svendro, J. (2004). “La Grecia arcaica y clásica. La invención de la lectura silenciosa”. En Cavallo, G. y Chartier, R. (dirs.) Historia de la lectura en el mundo occidental. (pp. 67-104). Grupo Santillana Ediciones.

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