Metodología: columna vertebral de la escritura académica
Descripción de la publicación.
ESCRITURAACADÉMICACORRECCIÓNMETODOLOGÍA
Osvaldo F. Fernández
11/12/20257 min read
La educación formal, históricamente, privilegió un sistema que premia la reproducción de contenidos sobre el desarrollo de habilidades investigativas. Este enfoque provoca una acumulación de referencias bibliográficas sobre un tema y diluye el potencial epistémico de la escritura académica. Particularmente, en la formación en escritura académica hay un merecido énfasis en la enseñanza de algunas secciones fundamentales de un escrito, como la hipótesis, el marco teórico, el estado del arte o la conclusión; sin embargo, existe la percepción de que se descuida una parte muy importante: la metodología.
La evaluación de un texto académico según sus conclusiones o resultados es incompleta. Es necesario fortalecer la enseñanza práctica de la metodología mediante un aprendizaje que desarrolle competencias investigativas. Con un adecuado desarrollo del procedimiento, estas competencias guían, forman y modelan la investigación. En tiempos de inteligencia artificial (IA), es fundamental hacer público el proceso de escritura que, no solo dé cuenta de la producción “humana”, sino que explicite decisiones.
La sección metodología pone de manifiesto el proceso de escritura. Tiene una función central para aprender a investigar y, por consiguiente, a registrar la investigación. Cuando está bien redactada, asegura pertinencia, rigor y continuidad. Para el destinatario (evaluador, jurado, referato), el capítulo metodológico es la prueba de que el trayecto es auditable: permite valorar la congruencia del diseño, la claridad del recorte y la validez de los análisis. Podríamos decir que formar en escritura académica es, en gran parte, formar en explicar el método.
Hay diversos formatos posibles; por ejemplo, la norma APA recomienda incluir, en un escrito académico, secciones como introducción, método, resultados y discusión, orientadas a una investigación cuantitativa. Sin embargo, un escrito de carácter cualitativo puede incluir una sección denominada hallazgos en lugar de resultados, o puede tener encabezados de sección totalmente diferentes, según la naturaleza de la investigación. En este tipo de trabajo, la metodología puede no tener un encabezado específico y encontrarse desarrollada en la Introducción o ubicarse después del marco teórico y antes de los resultados o el análisis.
Este texto se propone revalorizar la metodología: mostrar qué hace, por qué importa y cómo se reconoce una buena sección metodológica, desde la perspectiva de quien investiga en el área de estudios literarios, pero con claves que son transferibles a otras disciplinas humanísticas.
La importancia de la metodología
La práctica metodológica favorece la generación de conocimiento. En ella se establece la relación verificable entre las preguntas, los objetivos y los procedimientos que harán posible responderlas. La claridad y el registro del recorrido son una garantía epistémica. La Metodología no puede ser una fórmula suelta ni una enumeración desordenada: debe formar un sistema de decisiones que el lector especializado pueda seguir, comprender y evaluar. Se espera una descripción de las fuentes de partida, cómo se seleccionan los contenidos y con qué criterios se desarrollan.
Cuando el capítulo metodológico es claro, el lector puede valorar si el diseño elegido es pertinente, si el corpus está bien recortado, si los procedimientos son replicables y si la lógica del análisis conduce a las conclusiones presentadas. La metodología no es una reseña bibliográfica ni un catálogo estándar de técnicas. Es la justificación organizada de un método en relación con los objetivos. Debe exponer con precisión qué se hizo, cómo, con qué y por qué para responder al problema planteado. Debe describir diseño, corpus o unidad de análisis, procedimientos, instrumentos, criterios de validez, fiabilidad o rigor, y condiciones éticas.
En términos operativos, una buena sección metodológica:
Declara el diseño: exploratorio, descriptivo o explicativo; cualitativo, cuantitativo o mixto.
Delimita el corpus o la muestra: unidad de análisis, criterios de inclusión y exclusión, período y alcance.
Describe procedimientos e instrumentos: orden de pasos, guías, matrices, protocolos, software (idealmente con el detalle de la versión, por ejemplo, v1, v2 para asegurar trazabilidad) y el uso de modelos generativos de inteligencia artificial (IA).
Explicita el plan de análisis y la lógica del razonamiento: categorías, indicadores, lógica inferencial.
Asegura criterios de rigor, continuidad y ética, y cuidados sobre personas y datos.
Abre la continuidad: condiciones que deben mantenerse en una réplica y márgenes razonables de variación.
Cada ítem cumple una función, y el conjunto construye el relato del hacer: cómo se pasó de una inquietud inicial a un procedimiento evaluable. Una metodología eficaz se tiene que leer sin tropiezos. La clave de estilo es decir lo justo con precisión. Sin perífrasis vacías ni tecnicismos innecesarios. Y un hilo conductor que avance del propósito al procedimiento y de allí a la evaluación.
Rigor, continuidad y ética
La investigación tiene sentido cuando entra en conversación con otras investigaciones. Para eso, la metodología debe hacer auditable el camino recorrido. En este sentido, hay dos dimensiones que son decisivas: por un lado, el rigor, tanto en lo cuantitativo como lo cualitativo, que les da confiabilidad y validez a los datos, y credibilidad y consistencia al proceso; por otro lado, la continuidad que permite, desde el contexto, tomar el diseño, preservar los criterios centrales, introducir variaciones controladas y comparar resultados.
El trabajo con materiales y datos exige criterios éticos: respetar derechos de autor, citar con exhaustividad, diferenciar con claridad paráfrasis de cita, registrar versiones de instrumentos y cambios introducidos. Si se trabaja con personas (entrevistas, cuestionarios), se impone el consentimiento informado, la anonimización y el resguardo de la información sensible. La ética no se anota al final: atraviesa decisiones metodológicas.
En relación con el uso de la IA, es necesario resaltar que la transparencia es fundamental en el uso académico. En consecuencia, si se utilizó esta herramienta, debe haber una declaración explícita de su uso, especificación de la versión y fecha de la herramienta utilizada, inclusión de las instrucciones (prompts) y respuestas como anexos. Es importante que se especifiquen de manera transparente y honesta las herramientas de IA que se emplearon, para qué tareas concretas. Esta declaración debe incluir qué herramientas se emplearon, en qué fases del proceso de investigación y en qué medida, permitiendo que lectores y evaluadores comprendan la naturaleza de la contribución automatizada.
Un cierre que mira hacia adelante
Con la metodología en orden, las conclusiones dejan de ser un tributo retórico y se vuelven verificación: recuperan objetivos, miden alcances, declaran límites y proponen líneas futuras plausibles. Esas líneas no son un gesto de modestia, sino una invitación de trabajo: el próximo equipo sabrá qué conservar y dónde introducir variaciones. Así, lo que se publica no clausura la investigación; la abre.
Cómo reconocer una buena metodología
Pertinencia declarada. El diseño se deriva de los objetivos, no al revés.
Corte nítido. El corpus no “cae del cielo”: tiene criterios de inclusión y exclusión y un alcance temporal y disciplinar explícito.
Procedimientos encadenados. Se entiende qué paso sigue a cuál y por qué.
Instrumentos visibles. Guías, matrices, cuestionarios con versiones y notas de ajustes.
Análisis con lógica. Categorías e indicadores explican cómo se pasa de datos a conclusiones.
Rigor. Pruebas piloto, consistencia, doble codificación, triangulación; cuando corresponde, métricas y acuerdos interevaluadores.
Ética activa. Criterios claros para trabajar con textos o con personas; citación completa.
Continuidad. Condiciones para réplica o extensión informadas sin ambigüedad.
Prosa editorial. Frases limpias, conectores pertinentes, redundancias podadas.
Ajuste institucional. Rótulos y ubicación compatibles con la norma local, sin perder contenido.
Una metodología bien construida suena de cierta manera: directa, precisa, sin alarde. Evita el “se hizo” impersonal cuando diluye responsabilidad; invoca sujetos cuando importa quién decidió o controló. Prefiere verbos de acción a perífrasis huecas; coloca el término técnico donde hace falta, no como marca de pertenencia. Es, en suma, una prosa que trabaja: informa, ordena y deja espacio para que el lector piense.
Para lograrlo, conviene un pequeño ritual de edición:
Anclar párrafos: Primera oración que enuncia la operación; desarrollo con detalle suficiente; cierre que explicita la función de esa operación en el plan.
Verbo justo: Delimitar, seleccionar, depurar, codificar, contrastar, triangular, documentar, replicar.
Conector pertinente: Suma, contraste, causa, consecuencia, condición. Evitar el relleno (asimismo, “cabe destacar”) cuando no agrega nada.
Poda de ruido: Quitar redundancias, frases espejo, sinónimos de compromiso.
Revisión cruzada: Compartir el texto, en lo posible con un profesional de la corrección. Leer como par evaluador: ¿puedo seguir el camino?, ¿puedo juzgar decisiones?, ¿puedo continuar el estudio?
Una última imagen
Si el marco teórico es la brújula que orienta, la metodología es el mapa con la escala consignada y los puntos de control marcados. Sin brújula, no sabemos hacia dónde vamos; sin mapa, no sabemos cómo llegamos ni cómo podría llegar cualquiera después. Un trabajo académico de excelencia no lo es solo por una conclusión brillante, sino por la transparencia del camino que la hizo posible. Ese camino es la metodología: el lugar donde el pensamiento se vuelve procedimiento, y el procedimiento, argumento.
Referencias bibliográficas
American Psychological Association. (2020). Publication manual of the American Psychological Association: The official guide to APA style (7th ed.)
Carlino, P. (2005). Escribir, leer y aprender en la universidad: Una introducción a la alfabetización académica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Delpech, B., Donnantuoni Moratto, M., Gardella, M., Jakubecki, N., Marazzato, A., Moreno, M., Pachilla, P. N., Parot Varela, P., Pérez, M., Simón, R. y Sonna, V. (2014). Material de apoyo para la redacción de trabajos académicos. (Gardella, M., y Jakubecki, N., Eds.). Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Filosofía.
Eco, U. (1991). Cómo se hace una tesis: Técnicas de investigación, estudio y escritura. Barcelona: Gedisa.
Hidalgo-Capitán, A. L. (2012). El ensayo académico: Una guía para la elaboración. Servicios de publicaciones de la Universidad de Huelva.
Schmelkes, C., y Elizondo Schmelkes, N. E. (2012). Manual para la presentación de anteproyectos e informes de investigación (3.a ed.). Oxfurd·University Press.
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